martes, 29 de enero de 2013

¿Un pacto sobre el Patrimonio Histórico?

¿Por qué Sevilla no es una ciudad Patrimonio de la Humanidad? ¿Qué le falta para solicitar su admisión en el selecto grupo de capitales y municipios españoles que ostentan tal distinción? ¿Se ha presentado formalmente esa candidatura? Y más importante aún: ¿Existe un interés real en presentarla? Sin restar un ápice de mérito a las ciudades que tienen ese reconocimiento de la UNESCO, entre ellas, Cáceres, Córdoba, Santiago de Compostela o Toledo –todas de una belleza extraordinaria-  llama bastante la atención que Sevilla, en su conjunto, no obtenga ese galardón, que sí tienen la Giralda y la Catedral, el Alcázar y el Archivo de Indias.
La plaza de España; la Torre del Oro; el barrio de Santa Cruz –con sus plazas y callejuelas-; el antiguo hospital de las Cinco Llagas y el Palacio de San Telmo (sedes del Parlamento y del Gobierno andaluz); la Real Fábrica de Tabacos, del siglo XVIII…  Y no hablemos de iglesias -El Divino Salvador y Santa Catalina, esta última, Monumento Nacional- o de casas palacios. Entonces, ¿dónde está la explicación? ¿Qué dice la letra pequeña de ese rimbombante título?
Bajo ciertas condiciones, los sitios declarados Patrimonio de la Humanidad pueden obtener financiación. Por otra parte, está el tema del turismo. Una marca más a la hora de potenciar las bondades de la ciudad y en aras de la búsqueda de un mayor número de turistas extranjeros y españoles. No en vano, las ciudades de nuestro país con ese distintivo se han unido para crear sinergías y compartir experiencias en ese ámbito (www.ciudadespatrimonio.org). Por eso –insisto- llama la atención. Pero más allá de los motivos citados, existe uno que bien podría justificar el esfuerzo por obtener ese reconocimiento de la UNESCO. Un interés, si quieren, velado pero importante al fin y al cabo: evitar el constante y progresivo abandono del casco histórico y el vergonzante aspecto que presentan muchos edificios, casi siempre por acción u omisión de las administraciones públicas, que lo convierten en un pim pam pum de la política y si no, ahí están los casos de las Atarazanas, la Fábrica de Artillería o la mole de La Gavidia, que cada día da más pena y causa más sonrojo. Por si fuera poco, se trata de un edificio ruinoso que, aun cerrado, nos cuesta dinero cada día.  Bien harían la Junta y el Ayuntamiento en ponerse de una vez por todas de acuerdo y darle el uso más adecuado.    
El alcalde de Sevilla anunció a finales del pasado año su intención de extender a otras zonas la actual declaración monumental. En noviembre se conmemoraba el 25 aniversario de esa distinción, ¿pasarán otros 25 años hasta que veamos cumplido el objetivo?


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